Existe una aberración contra las alumnas que forman parte del colegio de Pedagogía. Me refiero a las alumnas, porque los hombres que forman parte de ese colegio pasan desapercibidos, al menos para los demás, seguramente para ellas no. Pero de ellos nos abocaremos, posteriormente, en otro post. Como quiera que sea el rechazo que tienen estas mujercitas es general, profesores y compañeros de otros Colegios no las aceptan.
Nunca pasan desapercibidas y tienen la característica de ser ruidosas, moverse en grandes grupos, festejar sus cumpleaños en la cafetería brincando de mesa en mesa, organizan fiesta o viaje de graduación, bloquean los pasillos con enormes dibujos de winnie pooh o personajes similares, alegando, claro, que son trabajos con fines didácticos y, además, entregan sus trabajos finales plagados de caritas y dibujitos infames que, al parecer, sólo intentan distraer la atención de sus profesores para que estos no presten atención a su contenido. Lo único que nos falta es que traigan a sus sobrinitos para aplicar sus “tácticas” o técnicas de enseñanza. Y no puede ser de otra manera, su población asciende al 20 % de la población de la Facultad. Estadística siniestra. Aunque por supuesto, no se puede tomar como una generalización, pero no importa, los justos pagan por pecadores.
Dentro de la fauna que habita en la Facultad, es fácil identificar a las pobladoras de ese Colegio, ¿por qué? Porque desde su ingreso las preparan para comportarse de esa manera muy peculiar, propia de ellas.
La leyenda cuenta, y al parecer es cierto pero era un secreto que tenían bien guardado, que el día que formalizan su inscripción de ingreso al Colegio son enviadas directamente a la coordinación donde se les proporciona a cada una un kit de bienvenida (la entrega de este kit no aplica si hacen cambio de carrera, por si pensaban cambiar de Colegio después de leer esto). El kit contiene lo siguiente: una mochila rosa impresa con una vaca que dice “cowca” (el modelo cambia según la generación), un estuche de maquillaje con luces y sombras de varios colores pastel con diamantina, un recipiente con gel para el cabello (del conocido como moco de king-kong, que aunque lo duden sí existe), dos lápices de sombras color café, un rimel y un manual básico de comportamiento.
Lo interesante del kit es ese manual; éste se divide en dos partes principalmente, y contiene la forma en cómo han de vestirse y la forma en cómo han de hablar. No hace falta decir que el segundo apartado es pequeño, la lista de palabras que pueden utilizar es reducida, siempre se les escuchará decir “o sea, vez”.y el clásico “wey”. La vestimenta tiene que combinar con el maquillaje y con la mochila rosa, aunque casi siempre visten mezclilla y tacones.
La primera pregunta que podemos hacernos es ¿qué hacen aquí?, ¿en qué nos benefician?, si es que tienen algún beneficio. Parece ser que la Facultad de Filosofía es la probeta donde se ponen a incubar todas aquellas carreras que no tienen cabida en otro lugar, y ese Colegio es uno de esos experimentos. A pesar de todo, parece que hay un beneficio real para que ellas paseen libremente por la Facultad, aunque a simple vista no lo parezca. Según me platicaron ayudan a que la Facultad obtenga más presupuesto. En algo tenía que beneficiar su presencia.
Habrá que continuar con la debida indiferencia que merecen y que se han ganado, y mantenerlas del otro lado de la línea. De todas formas, ni siquiera de aquel lado se ven, ya no digamos bonitas sino un poco mejor, aunque sea una simple apariencia.